Crianza positiva y crianza consciente. Cómo educar a los hijos.

Trabajo en equipo, cargador

Acompañamiento y Boticario de Crianza Positiva

CORREO DIARIO

Dario Strava

9/8/20243 min leer

Te voy a contar una que casi me deja calvo del estrés. Ya sabes, tengo un coche eléctrico, y aunque mola un montón, hay días en los que te das cuenta de que la vida te quiere hacer sudar un poco. Y no hablo de ese sudor por hacer ejercicio, no, hablo de ese sudor frío que te recorre la espalda cuando sabes que la cosa se está complicando y los niños están al borde del caos.

Así que imagínate, en Lisboa, con batería suficiente para movernos por la ciudad, pero con la sombra de un parque de dinosaurios en las afueras. ¡Y qué parque! Unos dinosaurios que parecen que se van a salir de la pantalla de “Jurassic Park” y te van a dar un mordisco. Pero claro, a este paso, íbamos a quedarnos sin batería antes de llegar a verlos. Los cargadores de la ciudad, de risa: uno tras otro, te los encontrabas con una llave inalámbrica que por supuesto, no teníamos. Ya veía yo a los peques cabreados y al pobre coche tirado en mitad de la nada, al lado de un velociraptor.

Total, que la primera noche, mientras aparcaba en el parking, vi un enchufe en la pared. Ahí estaba, brillando como la solución a todos mis problemas, pero claro, estaba a unos buenos 15 metros de donde dejé el coche. Y ya sabes cómo va esto, te haces el loco, piensas “mañana lo intento” y te vas a dormir con la esperanza de que al día siguiente la suerte te sonría. Pero no, al día siguiente los dioses de la electricidad seguían en mi contra, y todas las plazas de carga ocupadas.

“Ya está”, pensé, “aquí nos vamos a quedar, sin ver dinosaurios y sin coche para salir corriendo si uno de esos bichos decide cobrarse su venganza”. Pero entonces, ¿te acuerdas del enchufe brillante? Pues claro, ahí estaba la solución. Aparqué lo más cerca que pude y saqué el rulo extensor de cable, que es una de esas cosas que uno se lleva por si acaso y que al final siempre termina salvándote la vida. Y así fue como lo solucionamos.

Lo más divertido de todo es que no lo hice solo. Leo y Lucía estaban ahí, mis dos pequeños guerreros. Mientras su madre y Lucía se ponían a hacer ejercicios y bailes (una manera de descargar la energía, supongo), Leo decidió que era un buen momento para hacer pipí, ¡justo detrás del coche! Y claro, lo hizo, y luego, cuando conectamos el cable, mojó todo. Pero al final, entre risas, pipí y un cable enredado, logramos cargar el coche y salvar el día. Y sí, me estresé, pero te diré algo, esos peques me ayudaron más de lo que te imaginas. Es más, creo que ese día entendieron que no todo es un problema, que a veces la solución está en dar un paso atrás, respirar y echar una mano, incluso cuando las cosas se ponen un poco… mojadas.

Así que, amigo, si alguna vez te ves en una situación en la que piensas que no hay salida, que los niños te están llevando al límite, recuerda esta historia. Porque ellos, aunque a veces parezca que solo suman al caos, pueden ser tu mejor ayuda.

En la Píldora de mañana te contaré cómo conseguir que los niños, en lugar de ser un problema, se conviertan en parte de la solución y cómo, si tienes un momento de bajón, sean ellos quienes te ayuden a superarlo.

Los que estén fuera se lo pierden.

En la Píldora de mañana contestaremos a las preguntas:

¿Qué impacto tiene compartir tus emociones con tus hijos durante una situación complicada?

¿Cómo puedes involucrar a tus hijos en la solución de un problema práctico?

¿Cuál es el principal beneficio de transformar un contratiempo en una lección para tus hijos?

¿Te lo vas a perder?

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