Cómo educar a los hijos. Crianza positiva y consciente.

Prevenir rabietas

Prevenir rabietas: Leo pasa de intentar golpearme a limpiar el coche conmigo

Cómo educar a los hijos con crianza positiva y respetuosa

BOTICARIO

Dario Strava

11/6/20244 min leer

¿Limpiar el coche o enseñar empatía?: Una lección inesperada en el garaje

¿Sabes esas veces en las que planeas algo simple y se convierte en una especie de experimento social? Pues así, exactamente, fue mi última tarde con Leo.

Resulta que era un día cualquiera, de esos en los que, entre los líos del trabajo y los deberes de casa, piensas en hacer algo juntos para desconectar. Así que le propuse a Leo limpiar el coche. Montamos un mini campamento de limpieza en el garaje, con trapos, cubos y su propio spray de agua –porque claro, nada mola más que echar agua a lo loco cuando tienes cinco años. Todo iba genial, estábamos en nuestro propio mundo, riéndonos, limpiando y disfrutando de esa pequeña aventura… hasta que me fui un minuto arriba.

Cuando volví, allí estaba Leo, pero ya no con el trapo ni el spray. Ahora, en sus manos, tenía un pie de micro y estaba dándole a un juguete de cartón que su madre había construido con un cariño increíble. Ese juguete no era solo un cacho de cartón; era algo que ella había hecho para él, y ahora… bueno, digamos que no le estaba dando mucho valor.

¿Gritos o calma? La decisión en una milésima de segundo: Mira, te soy sincero, en ese instante lo único que quería era soltarle cuatro gritos. Pero me paré. Me acordé de algo que leí una vez sobre crianza, de eso de que los niños no aprenden cuando les gritamos, sino cuando les ayudamos a ver el efecto de sus actos. Así que, en lugar de hacerle sentir mal o “echarle la bronca”, le dije: “Leo, ¿cómo crees que se sentiría mamá si te viera rompiendo su juguete?”

Y ahí, sin esperarlo, me miró con esa mezcla de sorpresa y culpa en sus ojos. Su respuesta fue casi un susurro: “Mal.” Ni una palabra más, pero vaya si lo entendió. Y claro, para él, aquello no era agradable. De hecho, se cabreó, incluso intentó darme con el pie de micro. Pero yo me mantuve tranquilo, sin entrar en su juego de enfado. No lo forcé a nada, no le reproché.

La sorpresa: Cómo Leo volvió a buscarme. Lo gracioso de la historia es que, después de todo ese momento incómodo, Leo se fue al otro lado del garaje, como si quisiera dejarme claro que él estaba “fuera”. Sin embargo, un minuto después, volvió tan campante, me pidió el aspirador grande –sí, el que estaba usando yo– y empezó a limpiar el coche a mi lado como si nada hubiera pasado.

Ese pequeño gesto suyo, el volver sin decir nada, es lo que más me impactó. Me di cuenta de que, al no recriminarle, no solo le dejé espacio para reflexionar, sino que también le mostré que la actividad, el estar juntos, seguía en pie. Fue su manera de decir “aquí sigo” sin que hiciera falta un solo reproche. Al final, pasamos el resto de la tarde limpiando, riendo y, sin que él lo notara, aprendiendo. Aprendiendo que, a veces, los errores son solo una parada más en el camino.

¿Por qué no gritar puede cambiarlo todo? Sé que, como padre, siempre estás entre la espada y la pared. Queremos lo mejor para nuestros hijos, pero también queremos que aprendan sin estrellarse. Y claro, hay momentos en los que es fácil pensar que lo mejor es “corregir rápido” con un grito o una reprimenda. Pero fíjate en esto: cuando evitamos el conflicto y les dejamos espacio, no solo evitamos dramas, sino que les enseñamos a pertenecer, a sentir que aún tienen un sitio a nuestro lado.

Al final, se trata de criar desde el respeto, de enseñarles que tienen un lugar seguro incluso cuando cometen errores. Y créeme, eso sí que lo valorarán cuando sean adultos.

En conclusión: criar desde la calma nos permite ver esos momentos de descontrol como oportunidades. Gracias por leerme hoy y por formar parte de este viaje con nuestros pequeños rebeldes. ✨

Consejos Resumen

Recuerda que los errores también enseñan: Cuando veas a tu hijo haciendo algo que te molesta o que consideras inadecuado, respira profundo y, en lugar de corregirlo al instante, aprovecha para preguntar cómo se sentiría él si alguien le hiciera lo mismo. Esta pequeña pausa puede ayudarle a ver las cosas desde otra perspectiva y fomentar la empatía. No se trata de evitar el conflicto, sino de darle un enfoque diferente. Al final, tu calma puede enseñarle a manejar sus propias emociones.

Usa el silencio como herramienta: A veces, el silencio es tu mejor aliado. Después de expresar lo que piensas sin enfado, no esperes una respuesta inmediata ni lo presiones para que lo entienda al instante. Dale un momento para procesar. Mantener la calma y continuar con la actividad sin más comentarios puede hacer que, por iniciativa propia, tu hijo reflexione y vuelva a la situación desde otro ángulo. Ese espacio de silencio le permite encontrar su propio equilibrio, sin sentirse juzgado ni excluido.

Fomenta la pertenencia a través de las actividades compartidas: La pertenencia es una necesidad básica, y, en momentos de conflicto, a menudo olvidamos lo mucho que esto afecta a los niños. Si estás en una actividad compartida y ocurre algo que te molesta, evita romper la dinámica. En lugar de castigar o hacerle sentir que ha sido “expulsado” del momento, dale espacio, pero sigue presente. Esto le mostrará que, aunque se haya equivocado, sigue formando parte de la experiencia contigo, y que puede reincorporarse sin reproches.

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