Era el gran día, el esperado baile de graduación de la escuela primaria. Carlos, con su mejor traje, peinado impecable y zapatos relucientes, estaba listo para conquistar la pista de baile. Pero había un pequeño problema: no tenía pareja. Y cuando digo "problema", me refiero a una tragedia digna de una epopeya griega.

Carlos, con la determinación de un guerrero espartano, se acercó a cada niña de su clase. "¿Bailas conmigo?", preguntaba con una sonrisa que podría derretir hielo. Pero, una tras otra, las niñas lo rechazaban con una indiferencia que hundía hasta a Hulk.

¡Era un rechazo tras otro, una catástrofe tras otra!

A medida que avanzaba la noche, su desesperación creció exponencialmente.

Lo intentó todo: cambió su peinado, intentó una sonrisa más grande, incluso trató de sobornar a la más dulce del grupo con una barra de chocolate (que resultó estar derretida en su bolsillo, empeorando la situación).

Nada funcionaba.

Finalmente, en un arrebato de frustración que podría haber movido montañas, Carlos explotó.

"¡Esto es una conspiración!", gritó.

"¡Todas están en mi contra!

¡Es una traición a la amistad!

¡Ni Shakespeare podría escribir algo tan trágico!".

Sus ojos se llenaron de lágrimas y lanzó su corbata al suelo como si fuera un guante retando al destino. Los otros niños, asustados y confundidos, comenzaron a murmurar. Una maestra, al ver la escena, corrió a calmarlo, pero Carlos ya había decidido que este baile era el Apocalipsis personal. Su desconsuelo se transformó en un drama de Hollywood en el que él era el protagonista solitario.

Al final, se encerró en el baño, jurando que nunca volvería a un baile, mientras las demás niñas se preguntaban por qué todo había terminado en semejante espectáculo.

¡Era una noche que la escuela no olvidaría jamás!

Hoy en día Carlos es un hombre casado con una mujer maravillosa y un hijo que derrite su mirada y su corazón. Todo gracias a la educación que le dieron sus padres.

Cuando se hizo mayor, nada de esto se repitió porque su padre y su madre le enseñaron cómo hablar a las mujeres, hacerlas sentir especial y atendidas.

Esto se lo enseñaron después de que se quedase sin ese trágico baile de fin de curso y gracias a las claves que sus padres aprendieron sobre crianza positiva.

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Ahora Carlos llega al trabajo, todos los compañeros le saludan y hasta su jefa le pide consejo para cuestiones importantes de la empresa.

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