Era una noche de esas que prometen paz, pero no, ¡hoy no!

Clara, la niña de ocho años con la capacidad pulmonar de un dragón, decidió que hoy era su día de ser la reina indiscutible del caos.

Todo empezó con un inocente “Clara, no pongas los pies en la mesa”.

Un estallido nuclear habría sido menos ruidoso que el grito que lanzó la niña:

¡¡¡¡“QUE NO ME DIGAS LO QUE TENGO QUE HACEEEEER!!!!

Su madre, en modo diplomática intentó calmar las aguas, pero Clara ya había entrado en modo huracán.

La mesa por supuesto, se quedó sin los pies de Clara, pero la rabieta no había hecho más que empezar.

Su madre sugirió que una hora para comer un plato de sopa era excesivo y la niña chilló:

¡TARDARÉ LO QUE ME DE LA GANA EN COMER!”

La sopa voló por el aire como si fuera parte de un espectáculo de fuegos artificiales.

Para rematar, al pedirle que apagara el móvil porque era hora de dormir, Clara decidió que era el momento perfecto para hacer una huelga, una marcha pacífica que consistía en lanzar almohadas por la casa como si fueran granadas.

Al final, el vecindario entero estaba alerta, la madre al borde de un ataque de nervios y Clara, satisfecha y exhausta se quedó dormida como un ángel… en el sofá. No te voy a mentir, sus padres hubo días que no sabían si arrancarse la piel a tiras, devolver a la niña a la tienda de juguetes o romper un coche con un bate de beisbol.

Hubo un día que se toparon con la crianza positiva y todo comenzó a cambiar, sus padres aprendieron las claves para evitar niños frustrados que se comunican gritando y cómo ellos podían ayudarles a manejar sus emociones.

Para eso tuvieron primero que aprender a manejar las suyas propias, no fue fácil, pero mereció la pena.

Ahora su hija les dice estas palabras:

Gracias mamá, gracias papá, todos los años en los que me insistísteis en no gritar por estar frustrada, en canalizar mi rabia de otra manera como con el deporte, hoy me ha salvado el puesto de trabajo.

Resulta que la jefa le habló mal a mi compañera y esta no se pudo contener, le contesto gritándole y la echaron al momento. Llevaba 8 años en la empresa, tiene una hija y una hipoteca, exactamente igual que yo. Ahora llora desconsolada y no sabe qué hacer.

A mi también me habló mal la jefa, pero supe recordar todo lo que me enseñasteis y la tormenta pasó pronto, yo me limité a hacer bien mi trabajo y hoy puedo dormir tranquila.

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