

Crianza positiva y crianza consciente. Cómo educar a los hijos.
Madre explota, aprende a gestionar sus emociones
Acompañamiento y Boticario de Crianza Positiva
CORREO DIARIO
Dario Strava
9/18/20243 min leer
Cariño, hoy tengo una historia que contarte. No es de esas que lees en un libro o ves en una película, es de esas que ocurren en casa, en el lugar donde se supone que todo está bajo control, hasta que no lo está. Y sinceramente, si no te la cuento reviento.
Te pongo en situación. Estaba en la cocina, como siempre, preparando la cena con esa mezcla de cansancio y automatismo que ya te sabes de memoria. El día había sido largo, de esos que parecen no tener fin, pero estaba a punto de terminar, o eso creía, porque de repente, ¡pum!, un estruendo que hizo que me levantara de un salto.
Corrí hacia el salón y ¿adivina qué? Ahí estaba Pablo, con su cochecito de bomberos destrozado en el suelo. El pobre chaval estaba entre la risa nerviosa y el terror, con esa carita que solo ves cuando saben que la han liado parda pero no querían hacerlo. Intentaba demostrar lo rápido que podía hacerlo girar, pero el coche salió disparado y, bueno, fin de la historia para el coche.
Y ahí fue cuando puse la expresión que pones cuando has tenido un día de esos en los que lo único que quieres es que nadie te diga nada, que todo el mundo haga lo que tiene que hacer y por favor que no pase nada más, pero pasó.
En un segundo, solté un grito que resonó por toda la casa: “¡Pablo, siempre te digo que tengas cuidado con tus cosas! ¿Por qué no puedes escuchar por una vez?” El pobre Pablo se quedó tieso, como si le hubieras apagado la luz por dentro. Luego salió corriendo a su cuarto y se encerró. Ya te imaginas el drama que siguió. Llantos ahogados, más silencio del que es cómodo soportar y yo con el corazón en un puño pensando: "Madre mía, ¿cómo hemos llegado aquí?"
Su padre fué tras él, no iba a dejarle solo en ese momento, pero, claro, estaba tan destrozado que ni siquiera podía mirarle a los ojos. Ahí estaba, abrazado a su almohada como si fuera lo único que le quedaba en el mundo y le soltó entre sollozos: "No quería romperlo, papá, solo quería que mamá viera lo rápido que podía hacerlo girar. Ahora me odia". ¡Joder! Se me cayó el alma a los pies cuando escuché lo que le dijo al padre. ¿Cómo le explicas a un niño que su mamá no le odia, que solo estaba cansada?
Pero aquí está la cuestión, tú también necesitas un acompañamiento, alguien te diga que todo va a estar bien, que no pasa nada por perder la calma de vez en cuando, que somos humanos. Pero, ¿sabes qué? No siempre lo hacemos. Y eso, con el tiempo, se convierte en un peso que llevamos encima sin darnos cuenta, hasta que un cochecito de bomberos se estrella contra la pared y explota todo.
¿Te suena? Seguro que sí. Todos hemos estado ahí, ¿verdad? Esos momentos en los que te preguntas si estás haciendo lo correcto, si hay alguna manera de no explotar, de no gritar, de ser ese padre o madre que quieres ser pero que, a veces, parece imposible. Pues aquí va el truco: no tienes que hacerlo solo.
Déjame contarte algo que te puede interesar. Imagínate que tienes a alguien a quien le puedes contar lo que pasa, lo que te preocupa, lo que te hace dudar. Alguien que te da una mano amiga, una perspectiva diferente y una estrategia que funciona. Eso es exactamente lo que hago con mi servicio de Acompañamiento y Boticario de Crianza Positiva.
Es como tener un GPS cuando te sientes perdido, o un mapa cuando la vida se vuelve un laberinto.
Si sientes que necesitas esa ayuda, que no quieres pasar por esto solo, porque, seamos sinceros, criar hijos es una montaña rusa que no viene con manual de instrucciones, entonces suscríbete.
Tendrás acceso a una consulta semanal para que, cuando lleguen esos días en los que el cochecito se rompe y parece que el mundo se viene abajo, sepas exactamente qué hacer. Mañana te contaré cómo aprender a gestionar las emociones de manera constructiva. Si estás fuera, te lo vas a perder.
Créeme, lo agradecerás.
Un abrazo fuerte, ¡te quiero!
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