Crianza positiva y crianza consciente. Cómo educar a los hijos.

Leo me pellizca en el sofá

Acompañamiento y Boticario de Crianza Positiva

CORREO DIARIO

Dario Strava

9/14/20243 min leer

Oye, ¿no te ha pasado alguna vez que estás en el momento más crítico de tu día, intentando sacar adelante ese artículo o proyecto que parece que te va la vida en ello y justo en ese momento, ¡pum!, aparece tu hijo con una urgencia que solo ellos entienden?

Déjame contarte algo que me pasó el otro día. Estaba en el sofá, con la cabeza a mil por hora, tratando de terminar un artículo sobre crianza positiva, algo que como sabes, requiere toda mi atención y concentración. En ese instante, mi hijo, ese pequeño torbellino con patas, salió corriendo de la ducha directo a mí. Y cuando digo directo, es que quería sentarse justo donde yo estaba, en ese mismo trozo de sofá, como si fuera la única parte del mueble que existiera en el universo.

Claro, yo estaba ahí con mi computadora, papeles desparramados por todos lados, tratando de hacer malabares con mis pensamientos y las teclas, y él, con esa determinación inquebrantable que solo un niño puede tener, me pidió que me moviera. Le expliqué con toda la calma del mundo (o al menos la que pude reunir en ese momento), que solo necesitaba unos minutos más para terminar y que luego el sofá sería todo suyo.

Pero ya sabes cómo son los niños, ¿no? El concepto de “unos minutos” para ellos es más abstracto que entender física cuántica. Así que empezó a empujarme suavemente, como quien no quiere la cosa, con ese juego de fuerza que es mitad broma y mitad desafío. No te voy a mentir, en ese momento, con el estrés a tope, la frustración empezó a asomar su fea cara. Le repetí otra vez, ahora con un tono un poco menos zen, que esperara. Y ahí, en un abrir y cerrar de ojos, me suelta un pellizco. ¡Un pellizco! Mira, no fue la gran cosa, pero en ese momento me hizo saltar como si me hubieran dado una descarga eléctrica.

Le dije “¡basta!”, más fuerte de lo que me hubiera gustado. Y él se quedó ahí, parado, mirándome con esos ojos grandes y sorprendidos, como si no se hubiera esperado que su mamá reaccionara así. Y entonces, me quedé pensando: ¿cómo llegamos hasta aquí? ¿Qué me estoy perdiendo en esta conexión con él?

Ahí es donde entra la magia de entender lo que nuestros hijos realmente necesitan y cómo manejar esas situaciones sin perder la calma. Porque, seamos sinceros, todos hemos tenido esos momentos en los que la paciencia se va de vacaciones y no nos deja ni una postal. Y, ¿qué pasa después? Nos sentimos mal, culpables, y nos preguntamos si lo estamos haciendo bien.

Aquí es donde creo que el verdadero poder está en tener un acompañamiento, alguien que te ayude a navegar estas aguas turbulentas de la crianza sin perder el rumbo. Imagina que cada semana pudieras contarle a alguien lo que te está pasando, alguien que te diera una estrategia, un consejo, una luz en medio de la oscuridad para que no termines tropezándote con las mismas piedras una y otra vez.

Te lo digo, ese pellizco que me dio mi hijo me hizo pensar en cuántas veces he sentido que voy a ciegas en esto de la crianza, ero no tiene por qué ser así.

Si quieres dejar de preguntarte “¿cómo hago para resolver esto?” y empezar a sentir que tienes el control, te invito a unirte al Acompañamiento y Boticario de Crianza Positiva. Por solo 9,90 €/mes, tendrás acceso a una consulta semanal en la que podremos desentrañar juntos esas situaciones que te tienen al borde del abismo.

Porque, al final, ¿no es mejor ver por dónde vas que tropezarte en la oscuridad?

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P.D.: La próxima vez que pierdas los nervios recuerda mis palabras

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