Crianza positiva y crianza consciente. Cómo educar a los hijos.

Las gafas color fucsia

Acompañamiento y Boticario de Crianza Positiva

CORREO DIARIO

Dario Strava

9/16/20243 min leer

Oye, ¿alguna vez te has encontrado en medio de una situación en casa que de tan simple termina siendo inolvidable? Pues déjame contarte lo que nos pasó el otro día. Estábamos en casa, tranquilos después de una tarde de compras, cuando Lucía con esa energía que solo tienen los niños cuando descubren algo nuevo, apareció con unas gafas de sol fucsia. Sí, fucsia. La palabra de moda en nuestra casa desde entonces.

Lucía llegó corriendo hacia mí, como si llevara el Santo Grial en las manos y con una sonrisa que iluminaba más que el sol de la tarde me soltó: "Mira, las gafas de color fucsia que me compró papá y mamá". Te juro que en ese momento me llené de orgullo, no solo porque estaba encantada con su nueva adquisición, sino porque soltó "fucsia" con una seguridad que ya la quisiera yo para dar discursos. Me reí, claro, ¿cómo no? Y su madre también, con esa cara de “mira qué lista nos ha salido”. Y Lucía, con una sonrisilla de satisfacción se sentía la reina del vocabulario. Pero como todo en esta vida, la paz no dura para siempre.

Ahí estaba Leo, nuestro pequeño terremoto siempre listo para armar jaleo y esta vez no fue la excepción. Con esa determinación que solo un niño pequeño puede tener soltó: "¡Yo he dicho que las gafas color fucsia es de niño también!". Y ahí estábamos, a punto de presenciar el gran debate del día: ¿Las gafas fucsia son de niña o también de niño?

Lucía no iba a dejar que su hermano menor la contradijera sin más. Con los ojos abiertos como platos, respondió con la lógica aplastante de una niña de su edad: "No Leo, es fucsia pero de niña, no de niño, porque de niña es fucsia". ¡Boom! El primer round de lo que parecía ser una batalla épica.

Pero Leo no iba a darse por vencido. Con los brazos cruzados y una cara de “aquí mando yo”, replicó: "Pero a mí también me gusta y si me gusta es de niño también". Y ahí lo tienes, el tipo de disputa que solo los niños pueden convertir en algo tan serio, pero que a nosotros nos sacó una sonrisa y nos dejó pensando en lo mucho que nos complicamos a veces con cosas tan simples.

Y te cuento esto porque, si algo he aprendido con los años, es que estas pequeñas discusiones y momentos aparentemente insignificantes son los que a la larga más recordamos y más nos enseñan. Pero claro, no siempre es fácil mantener la calma y gestionar estos momentos sin perder los nervios, ¿verdad?

¿Cuántas veces te has encontrado en una situación parecida y no sabías cómo reaccionar?

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Pues déjame decirte que no tienes que pasar por eso solo.

Imagina tener a alguien con quien compartir estas situaciones, alguien que no solo te escuche, sino que te dé una estrategia clara para afrontarlas.

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Es como tener una linterna en medio de la oscuridad: dejas de tropezarte y empiezas a ver por dónde vas.

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