Cómo educar a los hijos. Crianza positiva y consciente.

Gestionar miedos

Gestionar miedos: Leo va y viene en la playa por miedo a la oscuridad

Cómo educar a los hijos con crianza positiva y respetuosa

BOTICARIO

Dario Strava

9/21/20244 min leer

La seguridad invisible: cómo acompañamos a nuestros hijos a enfrentar sus miedos

A veces me pongo a pensar en esos momentos que parecen tan insignificantes, pero que, al final, definen mucho más de lo que pensamos. Como el otro día, en la playa. Estábamos en un restaurante, Leo, mi hijo, iba y venía por el pasillo que conectaba el restaurante con la orilla.

Me miraba, inquieto, cada dos por tres, hasta que se acercó y, con una voz que apenas salía, me dijo: “¿Vienes conmigo?” Lo típico, ¿no? Un crío que tiene miedo, pero no te dice directamente que está asustado. Solo te pide que vayas con él. Le respondí: “Espera, que estamos a punto de pagar la cuenta”. Y ahí se quedó, mirándome, esperando, como si yo fuese su escudo personal contra lo que fuera que se escondía en la arena húmeda.

Los pequeños miedos son gigantes para ellos: Es curioso cómo para nosotros, adultos curtidos en mil batallas (o eso queremos creer), algo tan simple como andar hasta la orilla no tiene la más mínima importancia. Pero para ellos… ¡es otro rollo! Si te paras a pensar, esos miedos que parecen insignificantes desde nuestra perspectiva son enormes para ellos. Leo no estaba asustado de la playa en sí, sino de la incertidumbre. Porque claro, él no lo sabía, pero yo sí: en el fondo, no es la orilla lo que le da miedo. Lo que le da pavor es el “¿y si algo va mal?”

Y ahí es cuando te das cuenta de una cosa que quizá no te has parado a pensar antes: somos su seguridad, su puerto seguro. Somos como el faro en medio de la tormenta, el lugar al que siempre pueden volver cuando no saben qué hacer o cómo enfrentar algo.

Si no les acompañamos, el miedo se queda: Finalmente pagué la cuenta, y fuimos juntos hasta la orilla. Ya en la arena, se relajó. Se quedó jugando con Lucía, su amiga de la playa, y yo observaba desde lejos, pero sabiendo que lo que hice fue más importante de lo que parece. Si no hubiese ido con él, probablemente se habría quedado con ese miedo clavado en la cabeza. Y es que, si no les ayudamos a enfrentar esos miedos, no desaparecen solos. Se quedan ahí, como el Titanic hundido en el fondo del océano. Ahí, atrapados, aunque no los veamos.

No es que ellos no puedan superar cosas por sí mismos, claro que sí, pero, en esos primeros años, nuestro papel como padres es clave. Cuando acompañamos a nuestros hijos, no es solo por el momento. Es por el futuro. Les enseñamos que, con alguien de confianza, esos “monstruos” no son tan grandes, y que algún día podrán enfrentarlos solos.

El beneficio invisible de estar ahí: ¿Sabes qué consigues cuando haces esto? Construyes una base sólida de confianza. No solo en ti, sino en ellos mismos. Les estás dando las herramientas para que, cuando crezcan, puedan enfrentarse a la vida con menos miedo, o al menos con la certeza de que pueden manejarlo. Y eso… eso no tiene precio.

Si pasamos por alto estos momentos, estamos creando un vacío en su desarrollo emocional. Un vacío que puede convertirse en inseguridades, dudas o incluso miedos más grandes que podrían haber evitado. Y vamos, nadie quiere eso para sus hijos.

Reflexión final: un paso a la vez: En general, lo que aprendí de esa tarde es que lo que parece insignificante, no lo es. Que estar ahí, en los pequeños momentos, es tan importante como en los grandes. Porque esos momentos son los que realmente moldean su forma de enfrentar el mundo. Así que, la próxima vez que tu hijo te pida que le acompañes, no lo dudes. Porque no es la orilla lo que le asusta. Es todo lo que viene después.

Gracias por leer y recuerda: a veces, solo tenemos que estar ahí, ser ese faro en la tormenta.

Consejos Resumen

Valida sus emociones, no minimices el miedo: Cuando tu hijo te exprese que tiene miedo, evita frases como “no pasa nada” o “es una tontería”. En lugar de eso, reconoce lo que siente con frases como “entiendo que te asuste, pero estoy aquí contigo”. Validar sus emociones les hace sentir comprendidos y seguros.

Acompáñalos en pequeños pasos: Si tu hijo tiene miedo a algo, como ir solo a la orilla, no lo fuerces a enfrentarlo de golpe. Ve con él, pero anímalo a dar pequeños pasos por sí mismo mientras te mantienes cerca. Poco a poco ganarán confianza hasta poder hacerlo solos.

 Crea rituales de confianza: Establece pequeñas rutinas que den seguridad en momentos de miedo. Por ejemplo, antes de dormir, puede ser leer una historia juntos, o antes de salir al parque, repasar lo que harán y cómo te quedarás cerca. Esto refuerza la sensación de control sobre la situación.

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