Clara, una joven madre de Brumaris, lucha por equilibrar la libertad de su hijo Leo, un niño de cinco años, con la necesidad de enseñarle principios básicos de convivencia. Leo, con su naturaleza inquieta, a menudo cruza líneas sin darse cuenta, como cuando empuja a otro niño en el parque para ser el primero en bajar por el tobogán. Clara lo ve, pero lo deja pasar, pensando que son "cosas de niños".

Sin embargo, Brumaris comienza a cambiar. Una inquietante sensación se extiende por la ciudad, como un eco del olvido. Un día, Clara y Leo encuentran a una misteriosa anciana en la plaza, quien advierte a Clara que Leo tiene "el don del olvido", un poder que podría ser una bendición o una maldición, dependiendo de cómo lo guíe. La anciana susurra algo a Leo antes de desaparecer, dejando a Clara preocupada.

Esa noche, Leo se vuelve más tranquilo, pero sus sueños están llenos de sombras y soledad. Clara también sueña con él, siempre llegando tarde para salvarlo. Al despertar, Leo ya no es el niño alegre de antes. Su comportamiento se oscurece, empuja a otros niños y pierde el sentido de la empatía. Clara, desesperada, intenta corregirlo, pero Leo la desafía, preguntando por qué debería importarle.

Decidida a salvar a su hijo, Clara busca a la anciana, pero nadie en la ciudad la recuerda. Finalmente, la encuentra en el borde del bosque, quien le dice que solo puede recuperar a Leo si sacrifica lo que más ama. Clara acepta sin dudarlo. La anciana le indica que entierre ese objeto en el parque donde comenzó todo.

Clara regresa al parque y, con gran dolor, entierra la cajita de música que le había acompañado toda la vida. Al regresar a casa, encuentra a Leo dormido y sonriente, como el niño que recordaba. A la mañana siguiente, Leo despierta siendo el mismo niño alegre y bondadoso de antes.

Clara comprende que cada momento con su hijo es una oportunidad para guiarlo y enseñarle valores que necesitará toda su vida. La experiencia le ha enseñado que, como madre, su responsabilidad es construir el futuro de Leo con cada pequeño acto, asegurándose de que nunca vuelva a ignorar esa importante labor. Pero la realidad es que no hay cajitas mágicas en la vida real, lo que hay es aprendizaje y eso es lo que te ofrezco, acompañarte para resolver cómo un niño que no sabe controlarse, puede lograrlo, para que no se quede solo, sin amigos o peor aún, con “amigos” pero que no se preocupan por él y se ríen de él.

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P.D.: Si alguna vez te encuentras con una anciana misteriosa en la plaza, quizás sea mejor que te limites a un saludo educado y sigas caminando. No vaya a ser que acabes enterrando tus cosas favoritas en el parque... ¡Las cajas de música no son tan fáciles de reemplazar!

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