Crianza positiva y crianza consciente. Cómo educar a los hijos.

1 de 2 - Niña casi la raptan en el parque

Acompañamiento y Boticario de Crianza Positiva

CORREO DIARIO

Dario Strava

9/16/20245 min leer

Tengo que contar algo que todavía me tiene con los pelos de punta.

Imagínate esto: una madre como tú y como yo se va al parque con su pequeña, lista para que la niña disfrute de los toboganes y juegue con los demás críos. Todo va bien, ¿no? Pero ya sabes cómo es la vida… no siempre nos lo pone fácil.

La madre, después de encontrar por fin un banco libre, se sentó con un suspiro de alivio. Como cualquier día normal en el parque, sacó su libro y miró de reojo a su hija que corría emocionada hacia el tobogán. "Unos minutos de paz", pensó, mientras abría su libro y se permitía desconectar, aunque fuera solo un poco.

Pero claro, cuando tienes hijos, la tranquilidad siempre viene con un límite de tiempo que nunca sabes cuándo va a expirar. Y ese día, el reloj interno de la madre se adelantó más de lo normal.

Pasaron un par de minutos y de repente, algo no cuadraba. Ya sabes esa sensación que te sube desde el estómago hasta la garganta, cuando todo parece demasiado tranquilo.

Al principio, trató de no darle importancia, "es solo que se ha perdido entre los demás niños", se decía a sí misma. Pero después de un vistazo rápido alrededor, esa pequeña inquietud se convirtió en alarman, ¡no la veía!

Se levantó del banco, dejando atrás su libro abierto, como si el tiempo se hubiese congelado en esa página que ya no leería hoy. Comenzó a caminar hacia el área de los juegos, con la vista clavada en los toboganes. A cada paso, su corazón latía más fuerte, como si cada palpitar fuera un martillo golpeando contra su pecho.

¿Te ha pasado alguna vez? Esa sensación de que el mundo se estrecha a tu alrededor y todo lo que importa es encontrar a tu hijo, ver su carita, asegurarte de que está bien.

Subió la pequeña colina desde donde se podían ver los toboganes, esperando encontrarla al otro lado, quizás distraída con algún otro niño, pero nada. Sus ojos buscaban desesperadamente entre los colores brillantes de los juegos y los gritos de otros niños felices. Nada. Ese “nada” que parece gritar más fuerte que cualquier otra cosa. Su respiración se volvió pesada, el sudor frío empezó a correrle por la frente. No la veía en ningún lado. La mente de una madre es capaz de crear las peores pesadillas en un abrir y cerrar de ojos y la suya estaba a punto de desbordarse.

Bajó la colina casi sin sentir el suelo bajo sus pies, su mirada se volvía cada vez más frenética. Llamó a su hija por su nombre, pero su voz apenas se escuchaba sobre el bullicio del parque. Las risas y los gritos de los otros niños eran como agujas en sus oídos, un recordatorio de que su hija no estaba entre ellos.

Dio la vuelta por el lado del parque donde los arbustos creaban sombras, esas sombras que de repente se volvieron temerosas y llenas de peligro.

Entonces, un sonido, un grito, "¡Mamá, mamá!" Ese grito que vino como un salvavidas en un océano de terror. El alivio la golpeó tan fuerte que casi la derriba. Giró sobre sus talones y vio a su hija corriendo hacia ella, con los ojos abiertos de par en par, asustada pero sana y salva.

En ese momento, el mundo se detuvo. Todo el ruido, todo el miedo, todo desapareció en un solo instante. La madre la abrazó tan fuerte que sintió como si nunca más fuera a dejarla ir.

"¡Hija, mi vida! ¿Dónde estabas? ¿Qué ha pasado?", preguntó la madre, su voz temblando, una mezcla de alivio y el residuo del miedo que aún no se había disipado.

La pequeña, aún temblorosa le contó todo: "Mamá, había un hombre... tenía un perrito blanco, tan lindo, parecía un peluche. Me dijo que lo acariciara, pero estaba detrás de esos arbustos y no te veía. Me dijo que tenía otro perrito en su coche y que me lo iba a enseñar.

Pero mamá, me acordé de lo que tú y papá me enseñasteis, eso de que si un desconocido me dice que vaya con él, tengo que hacer lo que me enseñasteis para que alguien me ayude." La madre sintió un escalofrío recorrerle la columna. Sabía perfectamente a qué se refería su hija. Ese simple truco que le habían enseñado, que parecía una cosa tan pequeña, tan insignificante, ahora había demostrado ser lo más importante del mundo.

Su hija había sido lista, había recordado lo que le habían dicho y gracias a eso estaba allí, a salvo en sus brazos.

"¡Qué miedo he pasado, hija! No te veía y solo de pensar que algo te podría haber pasado…", la voz de la madre se quebró mientras las lágrimas corrían por su rostro.

La abrazó de nuevo, más fuerte, agradecida de que todo hubiera terminado bien y se quedó allí en medio del parque con su hija en brazos, sin importarle nada más en el mundo.

Ahora te pregunto: ¿tú has enseñado a tus hijos a qué hacer en una situación así? Es un momento que no quieres ni imaginar, pero que todos debemos estar preparados para enfrentar. Y lo peor es que no siempre podemos estar ahí, vigilando cada paso que dan.

Pero lo que sí podemos hacer es prepararlos para cuando lo necesiten, para que sepan qué hacer y cómo pedir ayuda cuando el peligro asoma.

Mira, no quiero ponerte paranoico, pero la verdad es que vivimos en un mundo donde estas cosas pasan y a veces un pequeño truco, un simple consejo, puede marcar la diferencia entre que tu hijo esté a salvo o no. ¿Y si te dijera que ese truco está al alcance de tu mano?

Si te suscribes a mi Acompañamiento y Boticario de Crianza Positiva en los próximos dos días, te contaré ese truco infalible que la niña usó para salvarse de ser raptada. Te lo digo en serio, este consejo podría ser lo que algún día salve a tu hijo.

No es solo un truco, son 4 en total los que te contaré y que los niños pueden usar para librarse de los malos. Estarás invirtiendo en la tranquilidad de saber que estás haciendo todo lo posible por mantener a tus hijos seguros y estés relajado sabiendo que los has preparado para esa situación de peligro que pueden encontrarse.

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